jueves, 29 de mayo de 2008

INTRODUCCIÓN AL CONTACTO GALÁKTIKO

III

Un tema estándar de la ficción científica y de la literatura sobre ovnis es suponer que los extraterrestres son más o menos capaces de lo mismo que nosotros. Quizás disponen de un tipo distinto de nave espacial o de un cañón de rayos, pero en las batallas –y a la ficción científica le gusta describir batallas entre civilizaciones– ellos y nosotros estamos más o menos igualados. De hecho es casi imposible que dos civilizaciones galácticas entren en interacción al mismo nivel. En cualquier enfrentamiento una de ellas dominará de modo absoluto a la otra. Un millón de años son muchos años. Si llegara una civilización avanzada a nuestro sistema solar, seríamos totalmente impotentes ante ella. Su ciencia y tecnología superarían en mucho a la nuestra. Es inútil preocuparse sobre las posibles intenciones malévolas de una civilización avanzada con la cual podríamos entrar en contacto. Es muy probable que el sólo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo, demuestra que han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás. Quizás el miedo a un contacto extraterrestre sea una simple proyección de nuestro retraso, una expresión de nuestra consciencia culpable ante nuestra historia pasada: los estragos causados en civilizaciones que estaban sólo algo más atrasadas que las nuestras. Recordemos a Colón y los arawaks, a Cortés y los aztecas, incluso el destino de los tlingit en las generaciones posteriores a La Pérouse. Lo recordamos y nos preocupamos. Pero si una armada interestelar aparece en los cielos, yo predigo que será muy acomodaticia.
Es mucho mas probable un tipo de contacto muy diferente: el caso que ya hemos discutido en el cual nosotros recibimos un mensaje rico y complejo, probablemente por radio, procedente de otra civilización en el espacio, pero co la cual y, por lo menos, durante un tiempo no entramos en contacto físico. En este caso la civilización transmisora no dispone de los medios para saber si hemos recibido el mensaje. Si encontramos el contenido ofensivo o atemorizador, no estamos obligados a contestar. Pero si el mensaje contiene información valiosa, las consecuencias para nuestra civilización serán asombrosas: penetrar en la ciencia y la tecnología de los extraterrestres, su arte, música, política, ética, filosofía y religión, y, sobre todo, conseguir una desprovincialización profunda de la condición humana. Veremos qué cosas más son posibles.
Creo que la comprensión del mensaje interestelar será la parte más fácil del problema, porque compartiremos ideas científicas y matemáticas con cualquier otra civilización. La parte difícil será convencer al Congreso de los EE.UU. o al Consejo de ministros de la U.R.S.S de que de fondos para la búsqueda de inteligencias extraterrestres[1]. Quizás las civilizaciones puedan dividirse en dos grandes categorías: en una de ellas los científicos no consiguen convencer a los no científicos para que autoricen la búsqueda de inteligencias extraterrestres, y las energías se dirigen exclusivamente hacia dentro, nadie pone en duda las percepciones convencionales y la sociedad titubea y se repliega abandonando las estrellas; y en la otra categoría es aceptada ampliamente la visión del contacto con otras civilizaciones y se emprende una búsqueda de gran envergadura.
Ésta es una de las pocas empresas humanas en la cual incluso un fracaso es un éxito. Si lleváramos a cabo una búsqueda rigurosa de señales de radio extraterrestres que abarcara millones de estrellas y, al final, no oyéramos nada, podríamos concluir diciendo que las civilizaciones galácticas son como máximo muy raras, y calibraríamos nuestro lugar en el universo. El hecho demostraría elocuentemente lo raros que son los seres vivientes de nuestro planeta, y subrayaría de un modo inigualado en la historia humana el valor individual de cada ser humano. Si tuviéramos éxito, la historia de nuestra especie y de nuestro planeta cambiaria para siempre.
Sería fácil para los extraterrestres hacer un mensaje interestelar artificial carente de ambigüedad. Por ejemplo, los primeros números primos, los números que sólo son divisibles por ellos mismos y por la unidad son: 1, 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23. Es muy improbable que cualquier proceso físico natural pueda transmitir mensajes de radio que sólo contenga números primos. Si recibiéramos un mensaje de este tipo, deduciríamos que allí afuera hay una civilización que, por lo menos, se entusiasma con los números primos. Pero el caso más probable es que la comunicación interestelar sea una especie de palimpsesto, como los palimpsestos de antiguos escritores que no disponían de papiro o piedra suficiente y sobreponían sus mensajes a los ya existentes. Quizás en una frecuencia adyacente o con un ritmo más rápido habrá otro mensaje que será una especie de texto elemental, de introducción al lenguaje del discurso interestelar. El texto elemental se ira repitiendo una y otra vez, porque las civilización transmisora no sabrá en absoluto cuándo empezaremos a sintonizar el mensaje. Y luego; a un nivel más profundo del palimpsesto, por debajo de la señal de sintonía y del texto elemental, habrá el mensaje real. La tecnología de la radio permite que este mensaje sea increíblemente rico. Quizás cuando lo sintonicemos nos encotraremos a mitad del volumen 3.267 de la Encyclopaedia Galáctica.
Descubriremos entonces la naturaleza de otras civilizaciones. Habrá muchas, compuestas cada cual por organismos asombrosamente diferentes de cualquier organismo de nuestro planeta. Su visión del universo sea algo distinta. Tendrán diferentes funciones artísticas y sociales. Estarán interesados en cosas que nunca imaginamos. Al comparar nuestro conocimiento con el suyo, creceremos de modo inmenso. Y después de distribuir la información recién adquirida dentro de la memoria de una computadora, estaremos en disposición de ver qué tipo de civilización vivió en qué lugar de la Galaxia. Imaginemos una gran computadora galáctica, un almacén de información, más o menos al día, sobre la naturaleza y actividades de todas las civilizaciones de la galaxia Vía Láctea, una gran biblioteca de la vida en el Cosmos. Quizás entre las materias contenidas en la Encyclopaedia Galáctica haya un conjunto de resumes sobre estas civilizaciones, con una información enigmática, tentadora, evocativa, incluso después de haber conseguido traducirla.
Al final, y después de haber esperado todo el tiempo que hubiésemos querido, nos decidiéramos a contestar. Transmitiríamos alguna información sobre nosotros –sólo lo básico para empezar– que sería el inicio de un largo dialogo interestelar, dialogo que nosotros empezaríamos, pero que, a causa de las vastas distancias del espacio interestelar y de la velocidad finita de la luz, sería continuado por nuestros remotos descendientes. Y algún día, en un planeta de una estrella muy distante, un ser muy diferente de nosotros solicitará un ejemplar de la última edición de la Encyclopaedia Galáctica y recibirá un poco de información sobre la última sociedad que entró en la comunidad de civilizaciones galácticas.


Carl Sagan.
El más maya de todos los astrónomos occidentales.
[1] O a otros organismos nacionales. Consideremos esta declaración de un portavoz del departamento británico de Defensa reproducida por el Observer de Londres el 26 de febrero de 1978: “Cualquier mensaje trasmitido desde el espacio exterior está bajo la responsabilidad de la BBC y del Post Office. A ellos corresponde la responsabilidad de detectar las emisiones ilegales”.

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